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Foto del escritorMonica Larrea

Todo comienza en el hogar

A menudo tenemos un deseo genuino de alcanzar un mundo perdido y de servir a Dios a través de nuestra iglesia local, pero perdemos de vista nuestro primer llamado y asignación como padres y cónyuges; nuestros propios hogares. Nunca fue la intención de Jesús construir grandes ministerios e iglesias y abandonar a nuestras propias familias. La buena noticia es que nunca es demasiado tarde para hacer los ajustes necesarios. 


En un artículo anterior, mencionamos que debe haber arrepentimiento; reconociendo que te has equivocado incluso con buenas intenciones. Luego, invite intencionalmente a Cristo a su hogar. No asumas que Él está allí. En Apocalipsis 3:20, Jesús dijo: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo. si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”. (ESV). Entrega el control y deja que Jesús sea verdaderamente el Señor de tu hogar.  


Pasos prácticos que podemos empezar a hacer HOY:

- Si tienes niños pequeños en casa, dales la oportunidad de iniciar un tiempo de oración con sus propias palabras. Los niños son bastante espirituales, sencillos y, a menudo, van directo al grano.

- Aprendamos juntos a escuchar al Padre. Estamos acostumbrados a estar siempre en movimiento, siempre hablando, pero Dios nos dio consejos prácticos; “Estad quietos y sabed que yo soy Dios...” (Salmo 46:10, NVI). Es maravilloso cuando aprendemos que la oración es como una calle de doble sentido; donde no solo hablamos; pero también aprender a escuchar. Proporcione tiempo como familia para estar quietos y escuchar.

- Disfruta del “ser” y no tanto del “hacer”. Hay una gran diferencia entre simplemente estar juntos y estar ocupados juntos. Pensamos erróneamente que cuanto más hagamos por Dios, más nos amará. Esto no es bíblico ni saludable. Dios nos ama porque somos sus hijos y no hay mayor privilegio en esta tierra que ser llamado hijo de Dios. De la misma manera, con nuestros propios hijos, los amamos por lo que son y no por lo que hacen. 

- Siéntate en el sofá de casa con tus hijos y disfruta de su presencia; simplemente obsérvalos y escúchalos.

- Impartir bendición. Dar una bendición a nuestras familias es bíblico y dador de vida. El hogar es el primer lugar donde Dios nos invita a impartir bendición a nuestros hijos y cónyuge. Use bendiciones simples de la Biblia como el Salmo 29:11, “El Señor fortalece a su pueblo; el Señor bendice a su pueblo con la paz” (NVI). Comience con su cónyuge. Mírense a los ojos y afirmen su amor; hazlo delante de tus hijos. Abraza a tus hijos y bendícelos; “bendecir” es empoderar a alguien para el éxito. Reconocer aquellos dones, talentos y habilidades que Dios ha puesto en cada uno.

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